Las alimentación es una necesidad fundamental de todo ser humano. Profundamente influenciada por la cultura, es más compleja que el hecho de incorporar alimentos por un mero beneficio nutricional. Comer nos da placer, compartimos comidas con nuestros seres queridos y muchos de nosotros disfrutamos de la cocina.
Es importante contar con un adecuado aporte de alimentos tanto en calidad como en cantidad, ya que ningún alimento por sí sólo contiene todos los nutrientes necesarios para el organismo. Se ha comprobado que no existe ningún plan de alimentación que se pueda recomendar de manera global para promover la remisión en los pacientes con EII activa, por lo que se sugiere realizar una alimentación saludable y equilibrada. Esto implica que no debés tenerle miedo a la comida (2). Seguir dietas restrictivas sin recomendación ni seguimiento de un o una nutricionista, puede dar lugar a carencias nutricionales y por consiguiente provocar un impacto negativo en la salud.
En este período las deposiciones pueden ser muy frecuentes, por lo cual es imprescindible asegurar el consumo de líquidos, preferentemente agua potable. Además, el té, mate cocido y caldo suelen ser bien tolerados (2).
En función del curso de la enfermedad y de la tolerancia a los diferentes alimentos, que varía considerablemente de acuerdo con la persona con EII, será la dieta recomendada. Por ello, también es importante la consulta y seguimiento con una o un nutricionista.
Pasada la etapa de brote, la persona puede ir incorporando progresivamente mayor variedad y cantidad de alimentos.
En esta etapa el paciente debe realizar una alimentación saludable, teniendo sólo precaución con aquellos alimentos que aumenten los síntomas. La mayoría de pacientes en remisión pueden seguir una dieta absolutamente normal de acuerdo a sus hábitos y sin restricciones dietéticas (2). En nuestro país, la referencia para una dieta normal está dada por las Guías alimentarias para la población argentina, cuyos principales mensajes son (2):
Incorporar a diario alimentos de todos los grupos y realizar al menos 30 minutos de actividad física.
Realizar 4 comidas al día (desayuno, almuerzo, merienda y cena) e incluir verduras, frutas, legumbres, cereales, leche, yogur o queso, huevos, carnes y aceites.
Realizar actividad física moderada continua o fraccionada todos los días para mantener una vida activa.
Comer tranquilo, en lo posible acompañado y moderar el tamaño de las porciones.
Elegir alimentos preparados en casa en lugar de procesados.
Mantener una vida activa, un peso adecuado y una alimentación saludable previene enfermedades.
Tomar a diario 8 vasos de agua segura.
A lo largo del día beber al menos 2 litros de líquidos, sin azúcar, preferentemente agua.
No esperar a tener sed para hidratarse.
Para lavar los alimentos y cocinar, el agua debe ser segura.
Consumir a diario 5 porciones de frutas y verduras en variedad de tipos y colores.
Consumir al menos medio plato de verduras en el almuerzo, medio plato en la cena y 2 o 3 frutas por día.
Lavar las frutas y verduras con agua segura.
Las frutas y verduras de estación son más accesibles y de mejor calidad.
El consumo de frutas y verduras diario disminuye el riesgo de padecer obesidad, diabetes, cáncer de colon y enfermedades cardiovasculares.
Reducir el uso de sal y el consumo de alimentos con alto contenido de sodio.
Cocinar sin sal, limitar el agregado en las comidas y evitar el salero en la mesa.
Para reemplazar la sal utilizar condimentos de todo tipo (pimienta, perejil, ají, pimentón, orégano, etc.).
Los fiambres, embutidos y otros alimentos procesados (como caldos, sopas y conservas) contienen elevada cantidad de sodio, al elegirlos en la compra leer las etiquetas.
Disminuir el consumo de sal previene la hipertensión, enfermedades vasculares y renales, entre otras.
Limitar el consumo de bebidas azucaradas y de alimentos con elevado contenido de grasas, azúcar y sal.
Limitar el consumo de golosinas, amasados de pastelería y productos de copetín (como palitos salados, papas fritas de paquete, etc.).
Limitar el consumo de bebidas azucaradas y la cantidad de azúcar agregada a infusiones.
Limitar el consumo de manteca, margarina, grasa animal y crema de leche.
Si se consumen, elegir porciones pequeñas y/o individuales. El consumo en exceso de estos alimentos predispone a la obesidad, hipertensión, diabetes y enfermedades cardiovasculares, entre otras.
Consumir diariamente leche, yogur o queso, preferentemente descremados.
Incluir 3 porciones al día de leche, yogur o queso.
Al comprar mirar la fecha de vencimiento y elegirlos al final de la compra para mantener la cadena de frío.
Elegir quesos blandos antes que duros y aquellos que tengan menor contenido de grasas y sal.
Los alimentos de este grupo son fuente de calcio y necesarios en todas las edades.
Al consumir carnes quitarle la grasa visible, aumentar el consumo de pescado e incluir huevo.
La porción diaria de carne se representa por el tamaño de la palma de la mano.
Incorporar carnes con las siguientes frecuencias: pescado 2 o más veces por semana, otras carnes blancas 2 veces por semana y carnes rojas hasta 3 veces por semana.
Incluir hasta un huevo por día especialmente si no se consume la cantidad necesaria de carne.
Cocinar las carnes hasta que no queden partes rojas o rosadas en su interior previene las enfermedades transmitidas por alimentos.
Consumir legumbres, cereales preferentemente integrales, papa, batata, choclo o mandioca.
Combinar legumbres y cereales es una alternativa para reemplazar la carne en algunas comidas.
Entre las legumbres puede elegir arvejas, lentejas, soja, porotos y garbanzos y entre los cereales arroz integral, avena, maíz, trigo burgol, cebada y centeno, entre otros.
Al consumir papa o batata lavarlas adecuadamente antes de la cocción y cocinarlas con cáscara.
Consumir aceite crudo como condimento, frutas secas o semillas.
Utilizar dos cucharadas soperas al día de aceite crudo.
Optar por otras formas de cocción antes que la fritura.
En lo posible alternar aceites (como girasol, maíz, soja, girasol alto oleico, oliva y canola).
Utilizar al menos una vez por semana un puñado de frutas secas sin salar (maní, nueces, almendras, avellanas, castañas, etc.) o semillas sin salar (chía, girasol, sésamo, lino, etc.).
El aceite crudo, las frutas secas y semillas aportan nutrientes esenciales.
El consumo de bebidas alcohólicas debe ser responsable. Los niños, adolescentes y mujeres embarazadas no deben consumirlas. Evitarlas siempre al conducir.
Un consumo responsable en adultos es como máximo al día, dos medidas en el hombre y una en la mujer.
El consumo no responsable de alcohol genera daños graves y riesgos para la salud.
Estos mensajes se resumen en la gráfica de la alimentación saludable para nuestro país:
Referencias bibliográficas
(1) Ministerio de Salud de la Nación. Guías alimentarias para la población argentina. Buenos Aires: 2020.
(2) Milano et al. Recomendaciones nutricionales para pacientes con enfermedad inflamatoria intestinal (EII). Hospital Nacional Prof. Alejandro Posadas. 2da edición. Buenos Aires: 2024.
Imagen de Gráfica de la alimentación saludable.
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